¿Serían capaces los reyes magos de llegar a Belén siguiendo una estrella en la actualidad? La contaminación lumínica

Cielo estrellado en el Parque Nacional de las Cañadas del Teide, Tenerife (Fuente: Carlos Rivero)
Autora: Sonia Vega García

La admiración por el cielo nocturno viene desde tiempos inmemoriales, tanto que ha sido una fuente primordial de valores culturales y científicos durante siglos y milenios, que nos permitieron crear mapas estelares, navegar por los mares, y, en definitiva, ubicarnos en esta pequeña porción del universo de la que formamos parte. Un ejemplo de ello es la mención en la cultura cristiana de los tres reyes magos de oriente que llegaron hasta un pesebre en Belén guiados por una estrella tras el nacimiento de Jesús, pero ¿serían capaces de realizar la misma proeza en la actualidad?

Dejando de lado que esa historia sea real o no, ya que difícilmente podría señalar una estrella un lugar tan exacto, lo cierto es que la contaminación lumínica es un hecho en muchos lugares. Esta hace referencia a la “reflexión y difusión de luz artificial en los gases y partículas del aire por el uso de luminarias inadecuadas que envían luz directa hacia el cielo o fuera de la zona a iluminar y/o por los excesos de iluminación”, según el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC).

A medida que la contaminación lumínica va acentuándose, la visibilidad de los astros celestes comienza a volverse más ardua. Además, la contaminación lumínica no es algo puntual que ocurre en el foco donde se está produciendo, sino que la luz se propaga a través de la atmósfera y sus efectos se pueden sentir a centenares de kilómetros. Pero las consecuencias de ello van más allá de la imposibilidad de observar el firmamento desde nuestras ventanas. Entre otras se encuentran:

Daño a la flora y fauna nocturna. Por la noche, la actividad biológica es mucho mayor que durante el día debido a que la fauna nocturna es más numerosa. La alteración que se produce por este tipo de contaminación física no está del todo definida y variará de unos grupos a otros. Algunos ejemplos de como ello puede afectar a los ecosistemas son:

  • Variación en los ciclos de afloramiento y descenso del plancton marino, que, al ser la base de la cadena alimentaria, conlleva que muchos otros animales modifiquen sus pautas de comportamiento.
  • Deslumbramiento y desorientación de aves, así como de las crías de tortugas marinas cuando eclosionan del huevo, de manera que no encuentran el mar y acaban muriendo.
  • Atracción de muchos insectos hacia los focos de luz, lo que puede facilitar su depredación (y sí, aunque molestos, los insectos son muy importantes para los ecosistemas).
  • Interferencia con los patrones de destello de las luciérnagas, lo que dificulta el ritual de apareamiento de estos animales.
  • Influencia en el desarrollo vegetal. Aunque menos evidente, también tiene efectos sobre la flora. Se ha observado que los árboles de hoja caduca que crecen en lugares con mucha luz tardan más en perder las hojas cuando llega el otoño.

- El exceso de luz nocturna también afecta a la salud de los humanos, ya que puede producir alteraciones del sueño al afectar a los ritmos circadianos por romperse el ciclo natural luz-oscuridad.

- Y, otra vez en relación con la observación del cielo, supone una seria amenaza para la astronomía, debido a que puede afectar a las zonas donde se ubican los laboratorios astronómicos.

Las distintas medidas que permitirían solucionar el problema giran en torno al mismo eje: la mejora de la eficiencia del alumbrado. Es más, ello puede suponer un ahorro de costes, por ejemplo, no sobreiluminando áreas que no lo necesitan, instalar luminarias con sensor de movimiento para que así permanezcan apagadas cuando no haya nadie por los alrededores, etc.

En España ya se han tomado algunas medidas para proteger nuestros cielos nocturnos.  En 1988 se aprobó la Ley del Cielo (31/1988, de 31 de octubre), que regula, entre otros, la iluminación de exteriores en las islas de La Palma y Tenerife, donde se encuentran los observatorios más importantes de España, con el objeto de proteger la calidad astronómica. O el Real Decreto 1890/2008, de 14 de noviembre, por el que se aprueba el Reglamento de eficiencia energética en instalaciones de alumbrado exterior, cuyos objetivos son mejorar la eficiencia y el ahorro energético, así como la disminución de los gases de efecto invernadero que conllevan, y limitar el resplandor luminoso nocturno.

Mapa de contaminación lumínica en 2015. El color rojo marca las zonas donde la intensidad lumínica nocturna es mayor y en las que es imposible observar la Vía Láctea. Las unidades de medida que aparecen en la leyenda son candela por metro cuadrado (cd/m2) (Fuente: lightpollutionmap.info)
Según The World Atlas of Light Pollution, el 60% de la población europea no puede ver la Vía Láctea, que según la tradición cristiana era usada como guía para peregrinar a Santiago de Compostela, así que los reyes magos no serían los únicos extraviados a día de hoy. Y ya, en España, menos del 4% de la población vive en zonas de baja contaminación. Estos datos ponen de manifiesto que existe un gran porcentaje de población que no tiene fácil acceso al patrimonio natural que es el cielo, como también se pueden considerar el mar o la montaña, ya sea para simplemente observar y deleitarse, dejar volar la imaginación o sobrecogerse ante la inmensidad del universo, y, los más animados del lugar, a buscar platillos volantes.

Fuentes de consulta:
  • Falchi, F. et al; Earth Observation Group y NOAA National Geophysical Data Center (2015), Light Pollution Map. Recuperado de: https://www.lightpollutionmap.info/
  • Falchi, F., Bogard, P & Marin, C. (2016), The World Atlas of Light Pollution. GFZ Data Services.
  • Instituto de Astrofísica de Canarias - IAC. Contaminación lumínica. Recuperado de: http://www.iac.es/servicios.php?op1=28&op2=69
  • Salamanca Sánchez-Cámara, A.E., (2015), La contaminación lumínica. Efectos, retos y soluciones. Vida científica, 8, 62-68.

"Lo bueno de la contaminación lumínica es que cuando se deja de contaminar, el problema desaparece a la velocidad de la luz"
Jordi Busqué, astrofísico

2 comentarios

  1. Amén de la energía que gastamos en mantener todo eso encendido!

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    1. Desde luego, en muchos casos supone un gasto innecesario de energía, con todo lo que ello implica.

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